sábado, 26 de noviembre de 2011

Mi copa perfecta

Durante años, el hombre ha aplicado sus conocimientos y recursos a la investigación y al estudio de temas relacionados con el vino. Debido a esto, se han hecho aportes que han mejorado sustancialmente la viticultura, la enología y demás ciencias relacionadas con esta excelente bebida.
Como resultado, las disímiles características organolépticas de los vinos han sido establecidas a partir no solo de la variedad o variedades utilizadas, sino también de la influencia determinante de otros aspectos tales como el suelo,   el clima y las técnicas específicas de vinificación empleadas.
Estos descriptores (patrones de vista, olfato y paladar) se han convertido, por lo tanto, en calificativos de los niveles de calidad de  vinos de un terroir específico, evaluables a través de la cata profesional.
Sin embargo, el uso de los instrumentos de cata puede limitar la apreciación de los descriptores.  Es por ello que las investigaciones también han derivado el uso de copas especiales para una mejor valoración.
En la actualidad,  existen copas definidas para vinos de cada región vitivinícola específica del mundo  e incluso para cada una de las variedades principales de uva. No es extraño encontrarse una copa diseñada para un chardonnay clásico, digamos de Borgoña,  y otras para vinos de esa misma variedad producido en otras regiones del mundo. A tales niveles se ha llegado que incluso existen, por ejemplo, hasta nueve recomendaciones distintas de copas para vinos de una sola comuna: St. Emilion.
Admito que tener un surtido de variedades de copas es excelente, dado los resultados de los estudios científicos realizados. Estoy convencido que las diferencias de formas y tamaños de estas hacen que unos vinos se vean, huelan y sepan mejor en unos modelos que en otros.
Sin embargo, es imposible tener la colección exacta y amplia de copas para cada vino que se quiera probar. En realidad, solo se va a utilizar una única copa con un único vino a degustar en un único momento. Determinar la copa única es tarea, amén de embarazosa, más compleja que todo lo anterior.
Sin ánimo de ser irrespetuoso, considero que el vino bueno sabe bien en una buena copa. He probado Riberas del Duero de guarda en disímiles copas, muchas de ellas diseñadas para vinos tintos de otras regiones o zonas tales como Borgoña, Burdeos, Chianti o para cepas en específico como Brunello di Montalcino. Siempre prevalece el carácter fundamental que hace grande a ese Ribera del Duero.
Por lo anterior, a solo  cinco tipos de copas  he reducido mi colección privada. Dos para vinos blancos (el tamaño diferencia cual para vinos jóvenes y cual para vinos con vinificación especial), dos para vinos tintos (ídem a lo anterior) y una sola para espumosos. Todas son de cristal claro, traslúcido, sin adornos para que el color del vino pueda ser apreciado sin dificultad. Las cinco siempre están bien pulidas, sin restos del detergente utilizado en su lavado, para que nada ajeno al vino interfiera en mi análisis organoléptico.
Durante los últimos años esta colección me ha ayudado a ratificar que el vino es la bebida más civilizada de todas. Aromas especiados, frutales, vegetales, minerales, más o menos marcados, solos o combinados, me han trasladado a montañas, ríos, laderas y arenas. Sabores simples o complejos, corposos, firmes, diluidos, prolongados o efímeros en paladar me han demostrado que el medio y el fin son categorías muy válidas cuando se interpretan a  través de una sola dimensión: el placer.      

1 comentario:

  1. Hola.. Tengo la posibilidad de cada miércoles conversar con René, saludo la realización de este blog...

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