lunes, 2 de enero de 2012

Mis Clientes de Vino: Los Nerviosos


 

Continúo con la serie de artículos referidos a los patrones de clientes que tenemos día a día en los restaurantes del mundo. Ya hablé anteriormente de los pseudo-expertos y de los pasionales. Tanto uno como otro son muy difíciles de atender, aunque reconozco que el segundo patrón es más cómodo de enfrentar pues a pesar de la extremada atención que requiere, nos deleitamos con sus refinamientos, perfilando nuestro servicio y cuidando la etiqueta que caracteriza al verdadero profesional.
Hoy abordaré el cliente con patrón nervioso.  Es un tipo ansioso, con reacciones emotivas incontrolables y disímiles. Se caracteriza por su carácter inquieto y tenso, siempre atento a las personas a su alrededor, las cuales pueden influir en sus reacciones.
Puede empezar pidiendo un plato fuerte de mariscos.  Cualquier mirada de sus acompañantes en mesa puede interpretarla como desaprobadora de su solicitud, por lo que inmediatamente cambia su orden por un plato de carne roja con salsa compleja. Segundos después decide otra salsa y ya con el plato en mesa se arrepiente de haberla pedido así.  
Generalmente sugiere que otro sea el que decida el vino.  Si él es responsable obligado de la selección, cambia de tinto chileno a francés o viceversa con una rapidez tremenda, sin considerar las grandes diferencias que existen entre ambos. En definitiva, cualquier vino le va bien. Lo que desea es salir del paso lo más rápido posible para que la atención no recaiga en él por mucho tiempo.
Ante este tipo de cliente la mejor actitud por parte del sommelier es atenderlo acopiando toda la paciencia posible. Es importante que trate de mantener el rostro inalterable, sin esbozar sonrisa alguna que pueda malinterpretarse, ni hacer comentarios adicionales, evitando intercambios profesionales. Debe ser cortés pero no exagerado.  A pesar de que este cliente suele beber muy rápido, la presencia frecuente del sommelier en mesa puede molestarlo por lo tanto el servicio debe ser discreto y cauto, rayando la invisibilidad.   
En términos profesionales, los nerviosos no son clientes exigentes por lo que no demandan mucho del sommelier. Incluso pueden prescindir de él. Desean un servicio simple de vino, sin protocolos ni rituales formales. Por suerte no es el cliente habitual de un lugar en específico. Deambula por diferentes restaurantes para tratar de encontrar “su” lugar apropiado, exigencia casi imposible.
Recientemente, varios colegas en espera de una degustación de vinos neozelandeses conversamos mucho sobre este tipo de cliente. El intercambio resultó sumamente interesante.Todos teníamos anécdotas que contar. Sin embargo,  nos dimos cuenta de algo esencial. Sin ellos, nuestra actividad fuera monótona y repetitiva. Gracias a ellos, somos.

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